Número extraordinario
Era 52

1968-2020-2068

De julio a octubre de 1968, el país se vio agitado por serios disturbios estudiantiles de creciente intensidad, a los que su gobierno tuvo que enfrentar. El momento culminante de ese movimiento fue el 2 de octubre, cuando en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco se suscitó el choque más violento de la fuerza pública con los estudiantes que efectuaban un mitin. En el mismo mes de octubre, Gustavo Díaz Ordaz inauguró los XIX Juegos Olímpicos.

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Publicación del Coletivo Y mi voz que madura
¡Siguenos en nuestras redes sociales!

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Luis González de Alba
(1944-2016)

— ¡No voltees o te vuelo la cabeza!, ¡que no voltees! ¿No entiendes? —Escuché el golpe, dado seguramente con la culata, y un quejido ronco—. ¡La cara contra la pared!.

Nueva alta traición

No amo la Literatura
su L mayúscula
me mueve a risa.
No he leído a Joyce
ni podido terminar Lezama alguno.

Pero, aunque no daría la vida,
la arriesgaría por salvar de las olas
un poema de Ritsos,
dos o tres de Kavafis,
los versos iniciales con que Piedra de Sol
nos lanza al firmamento,
el adiós de Cernuda
y su esperanza de volver un día,
unas vagas estrellas,
Durrel,
los ásperos criminales de Pessoa
y tres o cuatro más
que se me olvidan.

Baños de segunda

Boxeador mexicano
que no llegaste jamás a Los Ángeles
ni tuviste contrato alguno
en la arena Coliseo,
pues tu última pelea
la perdiste en tu barrio,

me pregunto si la cicatriz bajo tu bigote áspero
es un labio leporino
mal cuidado
o la marca de una infancia callejera;

pero más me gustaría saber,
cuando bajo la regadera te enjabonas
en estos baños
a donde vienen con sus camionetas
los choferes de mercado,
si acaso se te está parando
a causa del calor,
del agua tibia,
del reposo después del trabajo,
o porque me he puesto
a hacer ejercicio
en la plancha de masaje.

Somewhere in time

Somewhere in time
John Barry

En algún lugar del tiempo te perdí:
No llegaste o no llegué,
Tomé la calle por donde no venías
O te detuviste un instante
A desear una bonita camisa.
O me atrasé un siglo entero
Y moriste hace ya tiempo,
Te retrasaste dos minutos,
Dos días, dos siglos… medio:

Un día te verá cruzar la calle
En el esplendor de tus veinte años
Uno de mis sobrinos-nietos,
Ya anciano, al volante;
Aun si lo vieras a través del parabrisas (¿los habrá?)
No sabrás nunca el lazo que nos une
A ti a mí a él,
Será un día para ti como cualquiera
Porque en algún lazo del tiempo nos perdimos
Y no consigo memorizar esta breve partitura:
Do, re, mi, si…
O fuiste aquel joven que me vio,
Hace ya tanto, con ojos azorados,
Y al que no supe seguir
Porque a su vez me deslumbró.

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José Vicente Anaya
(1947-2020)

Hay que encontrar un nombre que sea de veras significativo, que nos congregue de verdad, que no solo nos invite a la acción política sino también al juego, que rebele y concientice por contagio, por la alegría y lo lúdico, por las ganas de mucha vida frente a un gobierno de muerte”. Ya está, ellos serán conocidos como la “Brigada Marilyn Monroe”

Morgue No.1

Empiezo a dormir sobre el aliento
que dejó mi muerte / no puedo soñar.
D e a m b u l o
entre cavernas
que se toman por calles. Salgo
del alarido secreto de otros gritos y
vuelvo a ser el vagabundo perdido,
con huesos tan triturados
que se confunden con cocaína… ¿Qué me sostiene?
Quiero salir,
y en mi cuerpo caigo
a recorrer
este desgano oculto de la noche. ¿A quién busco?
Todos están dormidos. Si fuera verano
y el ambiente de la ciudad menos corrupto,
algunos grillos
me cambiarían el tono de la angustia. He
brincado
límites,
pero me engaño
porque termino en el lugar del salto. Ahora
el trecho
está creciendo
en reversa
de los obstáculos pasados; y
sólo me queda el recurso de las transgresiones,
o quedo anclado. ¿Dónde meterme?
Dicen que en otras ciudades hay
cafeterías, cines, bares, para los desvelados…


He salido a revolcar la voz. Con cada paso
ascienden las cenizas
de los incinerados. La garganta
no puede con otro ritmo
que esté alejado
de los acordes con que responde el piso
en cada huella. La noche
está empeorando,
con esta canción
que se introduce
a envenenar las venas, como
si otro alguien, que soy yo,
se hubiera metido en mí
para usurparme
las ganas de vivir… y
en esta pena
me preparo un escándalo mayor
que sufriré más tarde.
Pero insisto en caminar,
y me voy
disputándole al pánico
mi suerte.


Me voy parpadeando
la oscuridad. Apretado
en la incertidumbre
de que me toque amanecer. Los pajarracos
grises
que anidan los techos
ni siquiera saben recibir al día… no hay
petirrojos, gorriones, canarios, alondras ni
cardenales, y
las palomas pasan con plumajes sucios…
Sin embargo amanece, y
la señal
es ese pitido de la fábrica
que saca su chimenea
sobre las casas. El humo
se levanta
burlándose con sus tonos de negro: adentro
están los hombres
moliéndose la vida… Afuera
el sol nos pinta la bóveda con rojos
mirados
tras una tela opaca… Sigo caminando
hasta
que no obedece el pie
a las intenciones. Me canso. Llego
a donde los edificios
se fueron agrandando, y
esta urbe
impostora
se viste de metrópoli. Hay que pasar
por su centro
palpitante
de pordioseros, pegados
a las puertas
de la abundancia financiera, moscas
enloquecidas
en los muladares
donde nada encuentran… Los
alcohólicos lumpen
desvariando
recuerdos, ilusiones
con que abandonan
la realidad encrudecida: una mujer
huesuda
de costras negras en la piel,
con larga vieja capa
de terciopelo negro,
pasea
majestuosa
como viniendo de la Corte
del Reino de Castilla /
Otro mundo dentro de este mundo:

Y puedes percatarte
de que la lepra no fue una maldad
quedada en el Medioevo:
en la banqueta
se sienta una anciana
que muestra una pierna de madera
y la otra vendada con medio pie comido…

Este mundo
metido en este mundo.

Alcira Soust Scaffo
(1924-1997)

La ciudad universitaria fue invadida y ocupada por el ejército el 18 de septiembre de 1968. Algunos testimonios sostienen que Soust ayudó a estudiantes a escapar y puso versos de León Felipe por los altoparlantes a modo de resistencia pacífica.El miedo a ser apresada la llevó a esconderse en un baño de la torre de Humanidades, donde permaneció los 15 días que duró la ocupación.

José Revueltas
(1914-1976)

Un día cualquiera de este mes de julio, Martín cumplió 24 años y realmente ésa es la cosa: está preso por tener 24 años, como los demás, todos los demás, ninguno de los cuales llega todavía a los treinta y por ello están presos

Nocturno de la noche

Para Efraín Huerta

Cuando la noche;
cuando los espejos reciben el asombro culpable de los adulterios
y las sillas saben de las torpes pisadas;


cuando los libros se quedan abiertos como una película de pronto detenida
y los cigarrillos sólo son un recuerdo de angustias y desvelos,
quemados para siempre;


cuando los números Palmer del mediocre joven meritorio
son un feroz y enloquecidamente acariciado anhelo de abrazarse por sorpresa
a la Amparito o a la Chloe
en un mentido vuelco aéreo de Luna Park;


cuando las prostitutas ofrecen su seco y taciturno sexo a los inspectores
o a las escalofriantes agujas de los que ponen Roberto o Gustavo;


cuando una gringa en lo alto de un hotel lleno de cafiaspirina
bebe el horroroso brandy desesperadamente sin parar
con el triste frenesí salvaje que cuenta Duhamel;


cuando en las abandonadas consejerías de latón sólo se sabe ya
del chillido de la niña loca del conserje;


cuando la rubia insidia de la Western Union grita con las pipas
de los colonos que ya no se escriba
sino se cablegrafíe,
que ya no se sueñe
sino se asesine,
que ya no se llore
sino se pisoteen los vientres embarazados.


cuando la noche;
cuando las pistolas de aire y la soldadura autógena
que cada vez más parece una enfermedad de los dientes,
entonces oigo torrentes furiosos de semen que corre por las calles
como entre caños de sombra y de injurias:


semen impuro y vicioso de horrendos señoritos,
destilados en las esquinas oscuras, en los pasillos de los cines
y en los mingitorios.


Semen cien veces del maldito de las sombras de los jardines.


Cuando el crimen y los papeleros se duermen en la calle.


Se suceden sin fin, ignorándose a sí mismo atormentado,
con una falsa alegría de labios relamidos y de placer gratuito,
sin pensar en la sangre derramada,
sin pensar en el limpio, puro y desvestido espacio,
sin pensar en la música, sin pensar en la vida.


Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros,
que cesen los venablos de angustia que nos ha atravesado,
que quede nada más un grito clamando, herido eternamente,
y una sobrehumana colérica voluntad como ramas de un árbol furioso
para golpear hasta el polvo y el aniquilamiento.


Cuando la noche.
Cuando la angustia.
Cuando las lágrimas.

Canto irrevocable

Yo, que tengo una juventud llena de voces,
de relámpagos, de arterias vivas,
que acostado en mis músculos, atento a cómo corre y llora mi sangre,
a como se agolpan mis angustias
como mares amargos
o como espesas losas de desvelo,
oigo que se juntan todos los gritos
cual un bosque de estrechos corazones apretados;
oigo lo que decimos todavía hoy
todo lo que diremos aún,
de punta sobre nuestros graves latidos,
por boca de los árboles, por boca de la tierra.


Yo, que irrevocablemente sé de nuestra eternidad definitiva
de nuestra juventud de atentos sueños
y lágrimas despiertas;
de los tercos tambores tercamente sonando
que hay en nuestro oscuro fondo.


Que tengo un par de rotos ojos vivos,
mirando, aún no calcinados,
y unos brazos largos inmensos, eternos como piedras,
como piedras duras y varoniles y tristes.


Que con esos ojos abiertos y sufriendo
sé ver nuestra tierra por la sal blanqueada,
blanqueada por la amarga leche de los senos,
cómo se apaga con los huesos.


Y cómo se apaga y se seca de ceniza la sed
y se pudren las manos, y se curva el silencio.


Yo, que tengo un pobre e inútil corazón
para toda la tristeza
que dejo de sufrir a cualquier hora,
he visto a las madres arenosas y clavadas,
las madres de tezontle, las madres de piedra de metate,
llorando cuantas vivas de cal,
granos amargos,
gotas de plomo.


Lloran piedras de río
sentadas como viejas raíces,
las madres de tierra de la tierra.


He visto y llorado todo esto, yo.
Pero no he llorado todavía.
Hay un océano grande de tristeza.


Quisiera tener un corazón lleno de trigo
y mi pobre corazón es muy pequeño.


Hay que hacer un gran río del mundo,
juntar nuestros pulsos hasta formar un gran cielo.


Un cielo del que llovamos redivivos,
nuevos, virtuosamente limpios y dispuestos.

Juan Bañuelos
(1932-2017)

Unos policías me agarraron y ya me llevaban a la fuerza, en eso observé una camioneta con un bandera blanca en la que venían estudiantes y amigos míos que estaban en el movimiento. Escuché la voz de mi colega Thelma Nava —la verdad es que huían— y tomamos por la vía del ferrocarril

Visión desde un cráneo verde

Cuando somos un instrumento peligroso
no parpadea la locura.

O amanecer en la fruta del día
y en la boca del diablo
es grave, porque esa fruta
se nombra soledad y sabe a pez despacio.
Una vez y otra vez somos fecha de alguien
que nos mancha de tiempo como un calendario.
Nos usan las palabras, nos usan los vestidos,
el triste rato de pensarnos;
nos ladra el mastín corpulento del miedo,
nos arrastran los mares cuando mueven sus brazos.
Somos la brasa, el amante que flota
lascivamente ahogado.

Algo muere en nosotros
cuando se apagan los astros.
Y es que a través del humo,
del cuervo espejo diario,
nos damos cuenta, al fin, por un largo cabello,
de que somos humanos.

Al pasar por la vida
¿qué sentirá aquel árbol desgajado?

Un preso sueña

Callado, inmóvil, cara arriba
con su mirada y con su rabia,
se pierde en la hendidura corrosiva
que aquel hombre ha llegado a imaginar la gavia
de un velero que boga boca abajo.
Espesa niebla
tiene la travesía:
el mar el mar es un trabajo
de olas y cielo que atiniebla
la luz de hipocresía.
Nada de tierra, solamente el techo
de agua soñada.
Las rejas son los palos mayores,
la cubierta es su pecho,
y si mueve sus brazos la nave va inclinada
con su armadura de estertores.
Los hijos y la patria ¡prisión a la deriva!
Hoy ha llegado al puerto
una marea decisiva:
la libertad.
Nadie aún despierto
De pronto
se hunde el barco
y todo.
¡Cómo callada, soledad, regresas!
¿Qué se ha salvado de algún modo?
La libertad (que extraño nombre).

El reo se quedó prendido de una de esas
eternidades del hombre.

Huelga de hambre
(fragmento)

Aquí en México escribo estas palabras.
Juan me llamo:
No soy nadie
Y soy el pueblo,
Fui gemelo y por dos me voy muriendo.
Aquí en México escribo estas palabras,
Les doy ocupación el día que cumplo años.
Les doy su justo nacimiento.
El día que cumplo engaños
Soy un propósito de tiempo.

Las palabras son hijas de la vida.
Sufren, paren; también tienen sus muertos.
Y en la honda capital de la miseria
Las armé de fusiles y de verbos
(En esta patria muda, perseguida,
Donde hasta el aire mismo va a dolernos).
Yo fui el autor;
Lo que suena a dolor me suena a pueblo.
Nací en el Sur. Mi nombre:
Juan Bañuelos.

Isabel Fraire
(1934-2015)

Me asombraba tu indignación por todo lo sucedido que culminó, como todos sabemos,(...), y tu férrea voluntad para ayudar en todo lo que fuera posible para denunciar semejante atrocidad

2 de octubre en un departamento
del Edificio Chihuahua

piel rota orilla incierta de la piel rota
carne como la carne que le doy al gato
la sangre rezuma y chorrea en goteras
se ve el hueso

ancho y profundo el boquete como plato sopero
alto en el muslo el tazón de carne cruda y sangre
cuerpo tendido en el piso en cuatro dedos de agua
“No es nada”
“¡Cómo que nada!
¿Te duele?”

“Nada, un rozón”
las balas atraviesan vidrios atraviesan puertas se entierran en paredes
“¡Cuidado señora!” (tiene un niño en brazos) “Métase
al baño, ahí está más segura”
los estampidos retumbando arrecian

“Agáchense” “Hasta abajo” “No se asomen, por Dios”
“¿Cómo te sientes?”
“No es nada”
(La señora con su niño en brazos gritando) “¿Por qué siguen,
por qué siguen tirando?”
“Dios mío, Santa Virgen, que paren, ya no sigan...”
“Otra vez”
“Agáchense” “Baje la cabeza” “Dame la mano”
como mala película que no termina nunca

Diez días después los periódicos no hablan más que de la Olimpiada.

No fue nada, un rozón.

Mariángeles Comesaña
(1948)

Cuenta que en los mercados la gente les decía: “Aquí no aparece lo que piden los estudiantes”, a lo que respondían, con una seguridad inobjetable: “Léalo usted bien y verá que sí. Ahí dice muy claramente lo que pedimos los estudiantes”. Entonces, organizaban de inmediato un mini-recital y se daban vuelo leyendo los poemas impresos en los volantes.

Duermevela

Desde el columpio,
los ojos de las cosas
miran el desbalance.

Una bola de estambre se desliza en el piso,
corre la vida entre las manos de mi madre,
el aire cala.

Hay un camión destartalado,
una ruta que se detiene en las esquinas,
la ciudad es pequeña,
el camellón es territorio de palmeras.

-Habitar una casa
Un barrio lejos-

El norte de la ciudad de México
huele a tierra mojada,
los indios verdes abren la carretera,
se pueblan los montes secos,
casas de lámina,
cartones para el frío,
polvo, terracería.

Venimos de la guerra,
mi padre preso en la historia que oímos
cárceles, barcos, muertos en las cunetas
armas que abren fuego en los sueños.

Somos niños,
abuela vive en un pueblo pequeño
junto a la carretera.

Galicia es una historia de humedades,
de telas, de calles empedradas,
de mujeres devanando madejas,
calcetando,
de niñas que comulgan,
de establos,
de Iglesias maldecidas,
tíos y tías que abren paso,
primos que prenden luz en las tinieblas.

Galicia huele a leña,
es una mesa camilla,
un atardecer jugando Brisca,
una meiga buscando hiervas,
Galicia es un misterio
sentado en la lareira

Galicia es una brisa, un río
dando de beber a los árboles
campos de verdes diferentes,
aldeas que desaparecen dentro de la niebla.

Galicia es una huerta llena de parras
y castaños y hortensias,
un pozo de agua transparente,
una casa de piedra,
una escalera pequeña que acomodó las horas de la infancia.

Los retratos nos miran
desde los ojos
del tiempo que se fue.

Vamos a regresar,
como regresa el viento
a su guarida,
al sueño que late en la espera de todos.

El viaje

Presiento un mar azul,
oigo su voz de sal dentro de un sueño

En el sueño hay un barco
a la orilla del muelle,
tristes viajeros que suben por la rampa,
pañuelos que ondean su desventura
en el silencio

Se inicia el viaje en el azul profundo
atrás queda la huida,la sangre en las cunetas,
la aldea, el monte,
la leña

Se abren las cartas
se dividen las voces y las lágrimas
la vida se reparte en papeles y tinta
se inventan los recuerdos

Se habla de cárceles
presos políticos, torturas,
llegan noticias clandestinas,
fotografías, dibujos

La sombra entra al destierro
en el balcón vacío de la noche
pasan los días, el viento,
los relámpagos
Mar adentro, piel adentro
la memoria deshila las batallas,
la lejanía que llueve en las raíces,
la soledad que habita en las entrañas

Una pieza de tela por favor

Necesito una tela,
metros de tela blanca,
hilazas, hilos de seda blanca
una tela de donde cortar

Necesito llegar
al final de la tela
remendar las heridas
que el dolor invisible
se quede en el revés.

Necesito una rosa del jardín,
el dedal de una lágrima,
las manos de una monja
Para zurcir las horas que se escapan

Se escucha una canción,
es el amanecer que canta,
huyen los ecos.
La espesura de instantes
se guarda en el silencio

Necesito hilvanar
deshilar los minutos
calar el sinsentido
dejar el corazón
en el punto de cruz
enhebrar este verso
en la tela, en su encaje
en su trama,
y vestirme con él